jueves, 3 de junio de 2010

Música Medieval

La música medieval es uno de los temas más apasionantes que la cultura en la Edad Media nos brinda.



A ello no es ajeno el hecho de que la forma de la música medieval es un misterio. A diferencia de otras manifestaciones artísticas que perduran en el tiempo, la música desaparece en el momento de desarrollarse y la única forma de hacerla pervivir es mediante una notación musical que en la Edad Media o no se empleaba o se hacía de manera muy pobre en información, insuficiente en la mayoría de los casos para una reproducción fiel.



Lo que si sabemos es que la música de los cristianos del Imperio Romano de la que va a ser heredera la medieval, se basó en repertorios ya existente.

En los primeros tiempos, la música medieval recibe dos influencias palpables:

Influencia hebrea. Se recoge el modo hebreo de cantar a base de largos melismas y la importancia del canto en el culto.
Influencia grecorromana. Del mundo clásico se hereda la teoría musical con su sistema modal y la valoración ética y educativa de la música expresada por Platón.


La Liturgia franco-romana y el Canto Gregoriano vs. el Canto Mozárabe hispano

Canto Gregoriano

La música eclesiástica de los primeros siglos medievales está al servicio del texto litúrgico de los oficios religiosos.

Pero el caso es que no existía una sola liturgia unificada. De hecho, con la expansión del Cristianismo a partir del siglo IV, se desarrollan diferentes liturgias regionales independientes de Roma:

Liturgia Ambrosiana o Milanesa
Liturgia hispanovisigoda o Mozárabe
Liturgia Galicana,
Céltica (irlando-británica)
Liturgia Romana
en Oriente (la Bizantina/la Siria).
Ante esta diversidad, la Iglesia ve la necesidad de unificar la liturgia, es decir, de establecer un conjunto de signos y palabras que formen parte de sus celebraciones, especialmente en la Misa, y que sean comunes para todos los fieles.

De este modo, en el siglo VII, el Papa Gregorio I el Magno recopila y organiza una serie de cantos romanos que establece como los obligatorios de la liturgia unificada cristiana.

No será hasta tiempos de Carlomagno cuando se establece como obligatorio en el imperio carolingio el rito romano, muy influido, eso sí, por tradiciones francogermánicas propias. La relación entre los monasterios benedictinos de la Orden de Cluny y el papado impulsan esta liturgia franco-romana y el canto gregoriano por toda Europa.



En este momento se escriben numerosos códices que recogen el canto gregoriano con notación aquitana, lo que ha permitido su recuperación en tiempos modernos.

En España, arraigada al riquísimo y culto rito hispanovisigodo o mozárabe, el cambio no se produce oficialmente hasta el Concilio de Burgos de 1080, en tiempos de Alfonso VI. Sin embargo, a nivel local se siguió usando el rito hispano, especialmente por los mozárabes de Al-Andalus.

El Gregoriano tiene una serie de elementos formales que se pueden resumir en:

Usa ocho escalas especiales heredadas de los griegos: los modos.
El ritmo es libre, reducido a una especie de línea ondulante, ligera, muy flexible y que huye de cuanto puede ser excitante y machacón.
Se persigue una exaltación estético espiritual de acercamiento a Dios gracias a su concentración, solemnidad, sobriedad y sencillez.
Es monódico, es decir, emplea melodías al unísono. Se canta a capella, sin instrumentos musicales.
Es el canto latino de la Iglesia, es decir, se canta en latín.
Es una música ligada a un texto (en concreto, un texto exclusivamente religioso) y que no tiene sentido sin él.
Canto Mozárabe
Hasta su supresión a finales del siglo XI, el canto mozárabe supuso una de las manifestaciones culturales más apasionantes de la música medieval. Hunde sus raíces en los primeros tiempos de la cristianización y a su vez en la liturgia judaica.

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